

Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su supuesto compadre.
Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, sólo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente.
Moraleja:
Nunca codicies el bien ajeno, pues puedes perder lo que ya has adquirido con tu esfuerzo.
Fuente: Fábulas Completas de Esopo